lunes, 20 de julio de 2009

Presentación del libro Sociología Clínica II - Doris Hajer

Presentación del libro Sociología Clínica II - Prof. Doris Hajer
El libro que tengo el honor de presentar nos confronta con posturas interesantes en materia de metodología de la investigación, hoy fundamental en nuestra casa de estudios, ya que se produce en el momento de inauguración de nuestras primeras maestrías académicas.
Leí pues los borradores de este libro, con sumo cuidado pues sabía que en su presentación pondría en juego mis propias posturas respecto al estado del arte en materia del llamado “rigor científico” ante a nuestro fundamental objeto-sujeto de estudio: el ser humano en su subjetividad, su genealogía y su inserción social.
La introducción de Vincent de Gaulejac fue como era de esperarse, conociéndolo, una apuesta a la humanización del “rigor” desde la profundidad de su riquísima experiencia de investigador. Paso a citarlo: “La cuestión de las relaciones entre objetividad y subjetividad se torna…esencial. . La idea de neutralidad del investigador es dejada de lado para dar lugar al análisis de su implicación, compromiso, de sus propios objetivos, de sus intereses manifiestos y latentes. En la explicitación y el análisis de estas motivaciones y en la objetivación de las condiciones de producción de la investigación es donde encontramos el rigor en el campo de las ciencias humanas. Y no al tratar de neutralizar la subjetividad, “imitando” erradamente un cierto modelo paradigmático de ciencias denominadas “exactas” que sólo es un estereotipo de la verdadera investigación científica.”
Creo que la postura de Gaulejac respecto a la investigación en Sociología clínica es prácticamente un manifiesto de incorporación del “malestar en la cultura” freudiano propio al ser humano en lo que él y la mayoría de quienes escriben en este libro consideran la necesidad de abordar desde la propia e ineludible implicancia del investigador, aquello que impide al sujeto devenir sujeto, en una sociedad que como tal lo constriñe a contradicciones entre los mandatos sociales y su necesidad de devenir precisamente sujeto... no sujetado.
Hace muchos años trabajando en investigación con Johannes Reichmayr y un grupo de alumnos de la Facultad de Psicología de Austria, me encontré con que quien introducía a los estudiantes de postgrado en la investigación luego de pedir a sus estudiantes que formularan su proyecto, hacía siempre la misma pregunta: ¿por qué eligió este tema? Y la respuesta debía referir a las motivaciones personales que movilizaban la propuesta dado que consideraba cardinal que cada estudiante tomara contacto con su implicancia en la propuesta para así estar de frente a sus propias incidencias en los resultados a obtener. Presuponía que toda elección de investigación tenía un motivo personal de base.
En el desarrollo de Gaulejac así como de todos los autores de este libro este tema no deja de presentarse, para que la base ideológica de la indagatoria soporte una clara y fundada inclusión.
Tal postura modifica la relación investigador – investigado de modo primordial, ya que propone una ruptura epistemológica con un concepto de “verdad” vinculado a una lógica de poder, saber y supuesta objetividad que coloca al “objeto” de la investigación en una posición de “ignorancia de sí” y al investigador por fuera de sus condicionamientos inconscientes ocultos y no analizables para elucidar su investigación.
DE este modo De Gaulejac nos dice que “los conflictos, en sí mismos, no son ni nefastos ni destructivos. Son la expresión de las contradicciones del mundo social y de las profundidades del psiquismo. Es la imposibilidad de afrontar estos conflictos, lo que plantea sí, un problema.”… ” Las emociones son los relojes de la subjetividad... El procedimiento clínico rompe con el método positivista, con la posición del científico-técnico que se apoya en leyes para producir un discurso de “verdad” y apuesta a favorecer la escucha, la empatía, la comprensión mutua, la constricción de hipótesis, la confrontación de los saberes teóricos, prácticos y aquellos procedentes de la experiencia... para plantear(se) como desafío la co-construcción de un cambio social donde el objeto de investigación se transforme en sujeto productor de su historia y el investigador en un habilitador que incite a ello.” Obviamente en este proceso ambos investigado e investigador serán productores de cambio en sí mismos.
En este proceso estarán presentes el mundo exterior y el psiquismo con sus proyecciones, introyecciones y representaciones que determinarán los marcos de la memoria y el olvido, el pensamiento, la interpretación y la acción.
Poco pude hacer respecto a esta introducción más que repetirla en sus términos fundamentales, puesto que mi acuerdo es total. Y aquí habré de ponerme en el lugar solicitado por de Gaulejac o por mi amigo Johannes; acompañar esta propuesta es fundamentar la mía propia, mi motivación más que evidente es encontrar eco en quien fuera de mí, la sustenta, y producir desde sus palabras el efecto que yo misma me propongo, no de negar la validez de la investigación positivista que ha dado tanta información a nuestra cultura, ciencia, humanidad, sino a convalidar la necesaria ruptura con este tipo de investigación, con la humanización de otro tipo de investigación que hace a la coherencia entre investigar acerca de aquello que es nuestro quehacer como psicólogos clínicos y académicos.
En el capítulo “La resignificación del diálogo como herramienta epistemológica” de Lisette Grebert y Carmen Dangiolillo encontré una puesta en práctica de lo propuesto por de Gaulejac. El diálogo fresco y enriquecedor de las dos docentes pone a punto o al menos inicia un camino entre la Psicología Social y la Sociología Clínica sintetizada en el excelente acápite de G. Deleuze y Carmelo Bene al capítulo que no puedo evitar citar por su riqueza:
“Lo interesante no es nunca la manera como alguien comienza o termina. Lo interesante es el medio, lo que pasa en el medio… las personas con frecuencia sueñan con comenzar o recomenzar de cero; y también tienen miedo de dónde van a llegar. Al punto de caída. Piensan en términos de futuro o de pasado, pero el pasado y también el porvenir, nos dice de la historia. Lo que cuenta, al contrario es el devenir… “
En este capítulo las compañeras incluyen una temática sumamente importante y es la de si un proceso psicoanalítico es en sí mismo un proceso de investigación. Recordemos aquí que el creador del psicoanálisis operó siempre como un investigador en su clínica; cada paciente, cada sujeto era para él fuente de conocimiento, podemos ser críticos en cuanto a alguno de sus hallazgos, pero en ellos se juega su propia implicancia, cuál era su interés en el momento de ese encuentro y su propuesta de que el psicoanálisis era un método terapéutico, una teoría y un método de investigación en sí mismo.
Las compañeras se preguntan en torno a la ética del dar cuenta de los resultados de una investigación realizada bajo estas circunstancias y esto ha sido problemático de Freud a nuestros días. Freud y otros intentado demostrar, sin conocer de De Gaulejac ni a Ana María, por lo que olvidaron mencionar que sus intereses estaban centrados en respaldar tal o cual teoría que estaban sustentando en esos momentos, que como cita Mónica Olaza, de Albert Einstein “el punto de vista crea el objeto”, pues nadie es ajeno a su momento histórico, a la sociedad que le imprime su sello y al interés personal de trascender.
Tal vez sea éste el momento de incluir un elemento importante de este posicionamiento, la “dialéctica entre la historia y la historicidad” ¿Quienes mejor que los psicoanalistas sabemos que nadie es ajeno a su historia?, nadie deja de producir su propia historia a lo largo de toda la vida.
Porque aquí los autores del libro, apropiados de la extensa producción teórica del psicoanálisis, se hacen eco de aquello que desde el malestar en la cultura ha sido y es conflicto de cada ser humano. La anatomía no será destino, pero la historia, la personal, la social es destino en tanto conflicto, pues sólo transitando nuestras genealogías personales y socio-culturales, podemos historizarnos, no sin conflictos, para devenir sujetos. Y ésta labor es con otro, psicoanalista, sociólogo clínico que trabaja con historias de vida, o quien sea. Este es el trabajo movilizador e imprescindible de nuestra construcción subjetivante. Suelo eludir lo asertivo, pero no puedo eludir mi propia historización que me hace acentuar este concepto que aún me marca y determina. Tal vez, y siempre está ese tal vez, para poder ser verdaderos investigadores de lo humano, hoy aún en plena sociedad hipermoderna, de los afectos líquidos, podemos asomar a algo parecido a un libre albedrío, si conscientes de la historia que nos determina nos confrontamos con un otro que desde su propia historia pueda escuchar la permanente re-construcción de esa historia desde el apres coup de nuestra posibilidad de subjetivación.
Juan Berhau nos lleva de la mano por un viaje a través de las posturas de Devereux hacia la Sociología Clínica y allí necesito subrayar una de las temáticas fuertemente presentes como método de este tipo de investigación, la dupla transferencia-contratransferencia. Acá los autores nos ponen ante un conflicto largamente discutido en psicoanálisis. Freud jamás escribió un artículo sobre contratransferencia, más aún, el término prácticamente no es mencionado en su obra más que contadísimas veces. Las razones son fundantes, ¿hasta dónde el psicoanalista puede afirmar que algo de lo que siente ante un paciente es transferencia de su propio inconsciente y donde comienza a poder decir desde su posición de analista que aquello que se moviliza en él proviene del otro? Y Freud sumamente paternalista, por no decir patriarcal, evitaba escrupulosamente dar instrumentos al psicoanalista novel para un uso indiscriminado de la contratransferencia. Lacan fue más drástico, eliminó el término, por considerar que tal enfoque implicaría un Sujeto a Saber que sólo era un Supuesto. Y me disculpan los lacanianos por semejante simplificación necesaria al tiempo del que dispongo para la presentación de este libro.
No quiero eludir el dilema, pienso que el uso de la supuesta contratransferencia en la investigación clínica es para mí, al menos inquietante.
Mi historia como psicoanalista se remonta a los tiempos en que el psicoanálisis era Melanie Klein, ni que hablar que por aquellos tiempos la contratransferencia hacía estragos en nuestros consultorios. La más mínima inquietud sentida con el paciente era interpretada como de su propio acervo y promovida por tanto por él o ella e interpretada como tal. Infinidad de chistes y bromas han inhibido a la larga este abuso interpretativo; hoy nos cuidamos de mencionar el término contratransferencia. Sin embargo un psicoanalista con mucho análisis, que no es garantía de nada (valga la aclaración) pero al menos puede implicar que ha transitado por varias etapas de su historización y subjetivación de sí mismo, puede o debe preguntarse ante una emoción que le embarga en medio de una entrevista, de dónde ha salido la misma y si aún viendo su propia implicancia en ese sentimiento continúa pensando que algo del paciente movilizó en él o ella este afecto, lo tendrá en cuenta para seguir profundizando en su trabajo, pero ya no interpretándolo como un real.
Dos referencias se me hacen imprescindibles al recorrer el trabajo de Juan Berhau, una de ellas la referencia a J. Rhéaume quien considera que la Sociología Clínica no es una disciplina, pero necesita de muchas disciplinas , entendiendo “disciplina”, palabra a la que últimamente hemos visto muy afectos a muchos de nosotros, como orden, control, pero también como sector académico, más, alertando en cuanto a la tentación de construir una mega-teoría, una “suerte de integración definitiva del saber sobre el sujeto social complejo”. Y me alegro de esta referencia pues he bregado desde hace mucho por algo que considero la Sociología Clínica también comparte, las teorías y el afán de construcción de las mismas responden a lo que Adrienne Rich ha alertado como necesidad de control típicamente patriarcal en lo que ella denomina “metodolatría” y Virginia Woolf en su “Tres guineas” nos esclarece en cuánto a por qué la TEORÏA es tan fundamental al sistema patriarcal evitando de este modo algo que Devereux tan bien explica como el necesario “principio de destrucción”, aquello que hace del investigador un verdadero investigador, la capacidad de destruir lo hecho hasta el momento, de negarlo y comenzar nuevamente desde otro punto en algún momento, sin quedar atados a teorías anquilosantes. Como dice Ana María Araújo “ …. Romper los círculos del Poder Disciplinario, del Poder del Discurso, del Poder de la “Magna Ciencia” para cuestionar y cuestionarnos permanentemente”
Y había dicho dos referencias, la segunda imprescindible la multidimensionalidad del conocimiento de Edgar Morin y el reconocimiento de incompletud e incertidumbre para la conciencia de la complejidad que nos hace comprender que “jamás podremos tener un saber total, la totalidad es la no verdad”.
El trabajo de Jorge Barceló sería una joyita para tomarlo como modelo de cosas que estamos viviendo en nuestra Facultad con todas las propuestas de cambio y modernización que estamos haciendo. Ejemplo tal vez paradigmático que no tengo tiempo aquí de desarrollar pero que desde el miedo al cambio al intento de adueñarse de la autoría de las transformaciones, con todos los puntos intermedios, ha sido historia vivida cuando la creación del Plan IPUR, y hoy revivida en los primeros pasos de cambio con el temor a lo desconocido de una propuesta modificadora estructural que en muchos casos “solo” carece de contenidos.
A estas alturas qué decir del trabajo de Ana María que cierra el libro o lo abre…
He leído los borradores y ahora me encuentro con que el trabajo de Ana María Araújo es el primero del libro, cuando yo creí que era el cierre.
Algunas citas:
Los dioses, cita Ana de Cavafi, hicieron suyo al tiempo, y nos dejaron a nosotros, los mortales, el espacio. Pero al querer recuperar desesperadamente el pasaje del tiempo, a través de la vivencia del instante, estamos desafiando a los dioses, en el presente de este cibermundo actual, donde tiempo y espacio se tornan inseparables” nos recuerda aquel.“Detente instante, eres tan bello” del Fausto de Goethe, Fausto que al igual que en nuestro tiempo vendió su alma al diablo por la eterna juventud.
Y me contagio de su estilo…
Estética de la desaparición….
Imposibilidad del regreso, o “eterno retorno”?
El futuro no es aún
No nos queda más, entonces, que el presente. Que parecería ser el único tiempo real. ¿Pero qué es lo “real?
Vaya pregunta !!!
Y aquí la discrepancia al menos en la asertividad. Dice Ana “La prohibición del incesto, nuestro primer deseo, se transformará luego en el origen mismo de la civilización y de la ley. … Eros y Thanatos están inscriptos en este espacio-tiempo.”
¡¿ Pero Ana y tu feminismo?, la civilización, la cultura desde el 900 y el pensamiento judeo-cristiano-burgués como heredera del Complejo de Edipo???!!! Este es el legado freudiano al salva taje del patriarcado en plena sociedad parricida que propuso quebrando el imperio, rompía con el clasicismo en las artes, propulsaba la validez del sujeto ante el rigor científico de las teorías globalizadoras… y tanto más, hoy en nuestras investigaciones psicoanalíticas implicadas, vemos que esa civilización es patriarcado y que el complejo de Edipo es la metáfora que esconde el abuso, social, sexual, laboral…
Y coincido; si Cronos es la eternidad, Aión el movimiento y Kheros el instante-evento, por lo cual la hipermodernidad es Kheros, el abuso del trabajo flexible, precario, el amor líquido del Touch and Go , la estética de la desaparición y la ética fluida, las nuevas contradicciones entre capital y trabajo, hoy donde el capital tampoco subsiste, el mundo efímero y la sensación de “estar en todas partes ya” nos exponen al otro como riesgo y entonces se cita a Gramsci “¿Cómo hacer coincidir el pesimismo de nuestra inteligencia con el optimismo de nuestra voluntad? “
Finalmente la pregunta que me importa es la que cierra el libro, o mejor dicho cierra el trabajo de Ana y abre a nuestra razón, logos, investigación clínica: “¿Cómo vivir intensa, crítica, reflexivamente este instante lleno de vértigo e incertidumbre más también de desafíos nuevos, que dejan trazas en los espacios-tiempos. En los nuevos y desafiantes espacios-tiempos?
…aquél que niega el pasaje y las transformaciones del tiempo –interno, externo- aquél que no elabora sus consecuencias en la construcción de su subjetividad, en la trama de su proceso identitario, está condenado a repetirse… desde la necesidad de introducirnos en los extraños laberintos del Deseo, vamos creando soportes metodológicos que nos habiliten a dar cuenta de nuestra historicidades… creando una “Clínica de la Historicidad”
Investigar con otros seres humanos, acompañándolos en su subjetivación es una ética de la transformación desde el respeto; es implicancia revolucionaria que hace de la remembranza: sujetos de Deseo, de la genealogía: método de investigación dialéctico, desestructuración continua y constituyente de cada sujeto; en lo social, en lo político, en su sexualidad. Toda transformación social lleva consigo su antítesis, la revolución industrial trajo consigo la necesidad de abordaje de lo subjetivo con el psicoanálisis, el positivismo científico fue acompañado por el romanticismo en las artes y así podría continuar incesantemente. Hoy nuestra hipermodernidad nos vuelve a traer un psicoanálisis renovado, sin estructuralismos y una sociología clínica sin positivismos ni afanes de verdad teorizantes.